Entrevista a C.B.C, una paciente que ha terminado su proceso terapéutico a través del arteterapia

¿Que tiene de especial el Arteterapia?

En mis experiencias anteriores con psicoterapia me di cuenta enseguida que hablando, como es una manera de expresarnos que conocemos porque la usamos todo el rato, me era fácil engañarme y engañar sin querer. Porque uno no empieza este proceso con esa intención, pero como duele pues es difícil no atravesar ese momento. Hablando me es más fácil, porque lo sé hacer. Y de repente pensé: » voy a probar otras formas de expresarme», sin mucha expectativa, no sabía que iba a pasar. Pero al poco me di cuenta de que hay filtros que tenemos con el habla que no tenemos con el arte.

Yo no sé dibujar bien, nunca me expresé de esa manera y entonces la expresión no se encuentra con ningún filtro. Entonces claro, te puedes pasar media hora llorando con un circulito, jajaja, porque me dice mucho más que estar tres horas hablando de cosas que yo ya me he dicho alguna vez.

Es verdad que hablar en voz alta hace que las cosas estén diferente de como están dentro, solo con decirlo.

Con el arte atraviesas un montón de cortapisas que tenemos puestos sin preguntar.

Te encuentras tu propia expresión: muy genuina, incontrolable y muy de verdad. Y muy rápido además, en cuanto permites un poco… eso es lo que tiene de especial.

No tiene que ver con la calidad de las obras. Hacer una escultura y darle movimiento tiene un valor muy grande, coloca muchas cosas de forma directa en mí, sin necesidad de hablarlo, reflexionarlo, darle vueltas, decidir donde colocarlo… Atraviesa muchas cosas.

¿Cómo describirías la forma de trabajar?

Es un espacio que me hace sentir muy cómoda desde el principio. Quitarme muchos juicios durante una hora a la semana ya tiene valor. El hecho de llegar aquí y sentarme en la silla y permitir que todo el ritmo de la semana baje, hace que de repente salgan las cosas que sin darme cuenta eran importantes.

Me gusta mucho como guías, eres buena «escuchanta», no necesariamente de las palabras sino de todo y eso da mucho gusto.

Me costó mucho por ejemplo atreverme con las acuarelas, porque era más difícil de controlar que una cera. Poquito a poco le di al pincel y luego me atreví con las acuarelas. Para mi tenía un significado más grande  dentro de mi proceso: dejarme descontrolar.

Me ha gustado mucho dentro del concepto arte tocar muchas cosas: desde lo más plástico, al cuerpo y la danza, la escritura y la literatura. Hay veces que me atascaba en la parte plástica y me quedaba atrapada por algo que había surgido pero de repente me proponías pasarlo al cuerpo y esa misma vivencia la traduces a otro lenguaje y de repente algo ya se coloca en otro sitio y te permite avanzar.

¿Qué te ha aportado? ¿Ha influido en tu creatividad?

En mi caso ha habido un proceso doble y en paralelo, porque yo quería dedicarme a algo artístico, en concreto un lenguaje con el que no hemos trabajado aquí, y eso me encanta. Me ha permitido poder pasar de pensar que yo solo sirvo para cosas técnicas a poder encontrar mi propia mirada, que no solo tiene que ver con el desarrollo de obras artísticas sino con la vida. “Si a mi esto no me va bien, ¿por qué tengo que pasar por ahí, si en realidad no soy yo o no va conmigo?”

El hecho de enfrentarte a una hoja en blanco a un trozo de barro y sin una premisa concreta sino dejarte salir y tener que mirar en lo que eres y lo que simplemente te sale, sin ninguna exigencia por ningún lado, quitándole el juicio a la propia expresión.

Ahora me parece increíble no haberlo hecho antes, pero claro también cada cosa llega cuando llega. A eso me ha ayudado: a expresarme.

Yo me siento en proceso pero con todas las herramientas que he adquirido en este tiempo, me veo capaz de ir colocando las cosas.

La creatividad es algo que tenemos todos todo el rato. Lo que pasa es que afecta a la capacidad de mirar hacia esa capacidad creativa. Poder expresarte sin freno.

Curiosamente antes iba más acelerada y todo me abrumaba mucho más, incluso las cosas buenas las convertía en obstáculos, me generaba estrés, era un problema sumado a los problemas que ya tenía reales. Y ahora, no digo que no me sigan pasando cosas, pero  si que es verdad, que al responsabilizarme de algunas cosas puedo ver cuando algo es para disfrutarlo y entonces no tengo que sumarle cosas negativas. Y los tiempos me cunden más y yo voy mucho más calmada, no me siento internamente tan acelerada. He conseguido rebajar mi ansiedad, el estrés y la exigencia.

Y curiosamente sale todo bastante mejor, florecen muchas más cosas.

«La siesta» de Sorolla